Los patos se van
Finalmente los patos ya se van. Dicen que ya han completado gran parte de los objetivos experimentales de la misión orbital marciana. O algo asín.
El día anterior Manuel y yo estuvimos celebrando la despedida. Como llevábamos tres días de resaca y al día siguiente tenían que presentarse a la revisión de Central, decidimos que lo que quedaba de orujo lunar se quedaba en el orbitador para otras misiones. Ya se sabe como son estas despedidas sin alcohol... Tuve la sensación de que había tenido a un pringao a mi lado todo el tiempo. Estuvimos charlando mientas comíamos pipas sentados en el módulo eléctrico (le tiramos las cáscaras a los vecinos soplapollas de abajo). Resulta que Manuel tiene dos gatos, un perro y un hijo. Creo que también mujer, aunque no quiso darme detalles (ignorando mis constantes referencias a sus pechos). El tío se me puso sentimental, así que no me quedó más remedio y dí por finalizada la "ley seca". Tras dos botellas de orujo (por cabeza) nos pusimos los trajes espaciales y estuvimos jugando a lucha libre encima de los paneles solares. Gané yo por K.O. técnico. Manuel potó dentro del traje y casi se asfixia, como nos lo pasemos...
Lo malo es que unas cuantas celdas de los paneles se jodieron de un riñonazo, así que ahora voy a oscuras por el orbitador. Tengo las espinillas que ni me las siento de tanto patear la puñetera mesita de café de IKEA. Tuve que usar al chino al que le implantaron un transmisor GSM tribanda para hablar con Central y comunicarles que un micrometeorito había impactado en un panel solar al alba con fuerte viento de levante.
Me dijeron que sacase el primer equipo auxiliar de energía orbital marciana, que se compone de un colorido molinillo VentaX 3000 para poner en la ventana. Algún día tendremos un disgusto. Con la energía disponible o enciendo el ordenador que tengo para hablar con el messenger o arranco los motores de guiado; ya me está tocado las pelotas Central.
A todo esto tuve que despedir a la misión. Uno de los chinos me hizo unas zapatillas de andar por casa, (¡qué majo!) y tuve que echar a patadas a Enrique VII del Sacro Imperio Romano Germánico porque se empeñaba en darme un abrazo y pelillos a la mar. Estuvo un buen rato aporreando la puerta del orbitador, supongo que no se quería ir sin abrazarme el tío sobón.
Finalmente de todo esta misión saco unas botellitas de orujo lunar, las canciones de Raffaella Carrá para el Sing Stars, unas pantunflas luminosas, un panel solar jodido y... la cartera de Enrique VII del Sacro Imperio Romano Germánico.
Ahora tienen que enviarme a un perito del seguro, a un técnico y un panel solar. Ya os contaré...
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